lunes, 27 de junio de 2011

Por el recuerdo

Una foto para recordar un momento que pronto nuestra mente borrara, hará pedazos poco a poco y esparcirá los restos en un agujero negro

 

martes, 14 de junio de 2011

Cuando soñé que eras mío

Parecía tan real, que sentí tus manos en mi cintura y tus labios en mi mejilla.
Habían pasado casi las tres semanas de mi viaje allí y me hubiera gustado estar así desde el primer momento, pero me alegro de que, al menos, sucediese.


Era un día nublado, pero no hacía frío. Estábamos mi amiga y yo sentadas en un banco de un parque cantando una canción de uno de nuestros grupos favoritos e imaginándonos cómo sería estar con ellos. Y, entonces, aparecieron.
De repente dos chicos (uno rubio y el otro moreno) nos contemplaban en silencio sonriendo: la canción que sonaba era de ellos.

Sí, suena onírico. Y sí, por desgracia, lo es. Pero así empezó mi... ¿sueño?
El final... ¿Qué se puede decir?

Quedaban a penas unos días para coger el avión de vuelta y todas aquellas risas, todos aquellos momentos pasados... quedarían solo en la memoria, como un recuerdo lejano que hace daño al pensar que no volverán a suceder.
Estábamos en la playa. Habíamos decidido ir ya que el tiempo había mejorada un poco con respecto a la temperatura.
Debían de ser poco más de las ocho de la tarde, ya que el atardecer no se veía en el horizonte y la tarde comenzaba a refresar.
Con un estornudo por mi parte, él advirtió mi piel erizada por el frío. Sentí sus brazos rodearme para darme algo de calor.
Tras el abrazo, divisé a una parejita: ella le rodeba a él con los pies por la cintura y sus muslos descansaban gracias a las manos de él.
Entristecida por saber que ningún chico iba a poder cogerme en brazos a mí así y menos el chico rubio que me había abrazado segundos atrás, me di la vuelta para irme a casa.
Justo cuando di el primer paso, el corazón se me rompía lentamente pensando en cómo sería el contacto de sus labios. Y, de pronto, mis dudas se despejaron.
Con un leve tirón de mi hombro, el chico rubio consiguió darme la vuelta. Frente a frente y antes de cerrar los ojos, pude ver que estaba nervioso.
Fue un beso suave, delicado y algo dudoso.


Quizás el primer beso fue el mejor de todos. Pero el último, hacía caer mis lágrimas por mis sonrojadas mejillas: llegaba el momento de partir, de irme a más de tres mil kilómetros lejos de él.


Por suerte, ese beso, no sería el último.
Por desgracia, solo fue eso: un sueño.

miércoles, 8 de junio de 2011