miércoles, 7 de noviembre de 2012

Puaj

Hace frío. Noto cómo mi piel se eriza.
Estoy desnuda, de pie frente al espejo. Mis mejillas están mojadas por lágrimas. Mis ojos solo ven cosas horrendas, nada positivo del cuerpo en el que habitan. No les culpo.
Quiero gritar, echar a correr hasta caerme al suelo de agotamiento.
Fuera, llueve. Me tranquiliza el sonido de la lluvia.
Mi piel vuelve a erizarse.
Aunque no llevo gafas, puedo distinguir las gotitas que se han quedado atrapadas en el crital de la ventana. Solo ese maravilloso sonido rompe el inquietante silencio.
Cierro los ojos y dos nuevas lágrimas caen de nuevo.
Estoy bien.
Me siento bien.
No estoy gorda.
Todos saben que estoy gorda. Pero nadie se atreve a decírmelo a la cara. Ni siquiera en un susurro; pero no hace falta, sus ojos hablan por ellos, sus muecas al ver mi enorme cuerpo les delatan.
Ahora es cuando me siento sola. Cuando no recuerpo nada bonito, salvo el sonido de la lluvia.
Ahora es cuando todo parece un poco más gris.


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