miércoles, 30 de noviembre de 2011

Sin título I

Mis ojos siguen cerrados cuando el despertador comenzó a sonar. Con gran esfuerzo, saco un brazo de entre las sábanas y lo tiro al suelo, donde sigue sonando cada vez más fuerte y con más rapidez. El ambiente está cargado. Unas gotas de sudor recorren mi espalda, como niños jugando en un tobogán en el parque.
Un par de golpes secos captan mi atención; alguien llama a la puerta. Mientras me doy la vuelta para colocarme boca arriba, aparto las sábanas con un pie. Entonces, la puerta se abre de golpe, dejando que el aire fresco entre en la habitación.
-¡Bueno días, dormilón! -oigo una voz femenina- No querrás llegar tarde otra vez, ¿verdad?
Abro los ojos muy lentamente para acostumbrarme al cambio de luz. Normalmente tengo las cortinas pasadas, pero ahora están abiertas, dejando que los escasos rayos de sol dibujen cada silueta. No tardo en reconocer el cabello rubio y liso de Nicole, mi hermana, que comienza a recoger la ropa tirada del suelo.
-Tienes media hora para estar en el coche -coloca el despertador en su sitio, luego lo apaga-. El desayuno está en la cocina.
Unos segundos después, el silencio vuelve a reinar el cuarto. Con gran esfuerzo, consigo levantarme y darme una ducha de agua fría. Estamos a principios de mayo y el calor es insoportable, tanto que me quita el apetito al ver las tostadas recién hechas una vez que entro a la cocina.
Decido esperar a Nicole en el coche.

martes, 15 de noviembre de 2011

El vestido azul

Al llamar a la puerta, se arrepintió de haberse escapado de casa para acudir a una fiesta que ni si quiera sabía quién la organizaba. Se había puesto un vestido viejo vestido de su madre.
La música estaba a todo volumen dentro de la casa y se podía oír desde el principio de la calle. En el salón, la gente bailaba y bebía cerveza barata. En el jardín, varios chicos desafiaban a las chicas a bañarse desnudas con ellos en el jacussi.
Subió las escaleras en busca de un poco de calma en cuanto tuvo oportunidad y entró en la primera habitación. Era un cuarto sencillo, con una cama de matrimonio y un espejo. Nada más.
Se sentó en una esquina de la cama y respiró hondo unas cuantas veces. Un carraspeo la sobresaltó.
-¿Se puede? -dijo un chico abriendo la puerta.
Ella no contestó. Se limitó a mirarle asustada.
-No me suena tu cara -se sentó a su lado-. ¿Puedo preguntar con quién vienes?
-Me llegó un mensaje al móvil. No sé de quién.
-Entonces tú debes de ser Alicia, ¿me equivoco?
La chica se levantó de pronto con los ojos abiertos de par en par.
-¿Cómo sabes mi nombre? -titubeó.
-Fui yo quien te envió ese mensaje -rió-. Pensé que no venías.
-¿Cómo conseguiste mi número? ¿Quién eres?
-Eso no importa ahora -se encogió de hombros tras colocarse frente a ella.
De repente, los labios de él, le parecieron irresistibles, carnosos, suaves...
-Bonito vestido- le susurró él besándole el cuello lentamente.