Un par de golpes secos captan mi atención; alguien llama a la puerta. Mientras me doy la vuelta para colocarme boca arriba, aparto las sábanas con un pie. Entonces, la puerta se abre de golpe, dejando que el aire fresco entre en la habitación.
-¡Bueno días, dormilón! -oigo una voz femenina- No querrás llegar tarde otra vez, ¿verdad?
Abro los ojos muy lentamente para acostumbrarme al cambio de luz. Normalmente tengo las cortinas pasadas, pero ahora están abiertas, dejando que los escasos rayos de sol dibujen cada silueta. No tardo en reconocer el cabello rubio y liso de Nicole, mi hermana, que comienza a recoger la ropa tirada del suelo.
-Tienes media hora para estar en el coche -coloca el despertador en su sitio, luego lo apaga-. El desayuno está en la cocina.
Unos segundos después, el silencio vuelve a reinar el cuarto. Con gran esfuerzo, consigo levantarme y darme una ducha de agua fría. Estamos a principios de mayo y el calor es insoportable, tanto que me quita el apetito al ver las tostadas recién hechas una vez que entro a la cocina.
Decido esperar a Nicole en el coche.
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