martes, 8 de marzo de 2011

Anubis

Y sin saber cómo, sucedió. Un primer beso, algo torpe, cálido, dulce. El segundo fue mejor todavía. Los siguientes revelaban mucho de sus pensamientos: juguetones, tiernos, delicados...
Cierro los ojos y pienso en aquel momento; en aquel sábado por la tarde en el que el corazón se me salía de pecho: los nervios invadían mi cuerpo, pero procuré relajarme (aunque no puedo evitar emocionarme cada vez que la ventana del messenger me avisa de que me hablas, ni de estar preparada casi una hora antes de vernos y quedarme viendo cómo las agujas del reloj pasan con calma hasta la hora acordada...)
Sin saber cómo ni cuándo, empecé a desear ser tu diosa.



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