Nadie puede saber lo que las voces de mi cabeza me repiten constantemente. Solo yo puedo oírlas, pero en realidad no se oye nada. Es un silencio que hace mucho ruido.
A veces las voces callan cuando intento dormir y mi cuerpo no tiene energías suficientes para descifrar los murmullos.
Pero los balbuceos no cesan del todo. Simplemente hacen del silencio, un momento más tranquilo.
¿Lo malo de todo esto? Es algo adictivo. Es como una droga. Mi cuerpo quiere más y más, quiere otra calada del cigarrillo, otra raya de cocaína, otro chute de marihuana...
Difícil es controlarse ante una cosa así, cuando tu mente es incapaz de decirte que eso no es
lo correcto
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