lunes, 3 de octubre de 2011

Trazos de una historia II

Sin dejar de mirarle, le escupí a la cara. Su reacción no fue inmediata, pero no me sorprendió. Se abalanzó sobre mí tirándome al suelo, en cuanto caí cogí impulso con las alas y le arrojé varios metros, haciéndole chocar contra el foco. Las cadenas y otra decarga me frenaron al intentar rozarle con las uñas.

Vi cómo se levantaba con gran torpeza y asombro. Por primera vez pude verle la cara: ojos azules, nariz pequeña y unos labios atravesados por una cicatriz, desde el pómulo derecho hasta el maxilar inferior izquierdo. Era un hombre de mediana edad con pelo corto y oscuro.

El foco se apagó y volví a quedarme sola. Me arrodillé para intentar razonar lo ocurrido y trazar un plan de huida.

Hacía décadas que los ángeles habíamos decidido vivir entre los humanos para conocer su forma de ser, sus costumbres e intentar algo que ellos denominan “sentimientos”.

Al principio solo bajaron unos pocos, pero, tras dos décadas sin ningún resultado, algunos nos unimos a la búsqueda. Lamentablemente, con nosotros bajó un ángel inexperto incapaz de adoptar la forma de un ser humano de manera moderada y, en cuanto lo descubrieron volando entre unos rascacielos en busca de uno de nosotros para pedirnos ayuda, nuestra raza fue descubierta.

Comenzaron a correr rumores sobre nosotros, cada uno más irracional que otro. Unos decían que si veías a un ángel volar, éste estaba obligado a entregarte sus alas y sus poderes. Otros afirmaban que si le arrancabas una pluma a un ángel, adquirías sus poderes hasta que la pluma se desintegrase o la perdieras. También se farfullaba sobre que éramos inmortales y que si nos tocaba un humano, éste moría al instante.

Mentira. Todo, mentira.

Es cierto que un ángel en su forma original no puede caminar, ya que las alas le chocarían contra el suelo y es algo molesto y, a veces, hasta doloroso. Pero cuando un ángel se transforma en humano, las alas se vuelven invisibles e intangibles; como si no existieran.

¿Poderes? ¿Desde cuándo? Si los ángeles tenemos poderes, ¿dónde están los míos?

¿Y qué es eso de la inmortalidad? ¡Ojalá! Vivimos más tiempo que los humanos, casi cuatro veces más suponiendo que la esperanza de vida sea de 90 años en todo el mundo, pero eso no nos convierte en inmortales.

De repente una idea acude a mi mente para escapar de allí: transformarme en humana de poco sirve, pero así, a lo mejor, no me afectarían las descargas. Podría recuperar mis fuerzas y romper las cadenas una vez vuelva a mi forma original.

No tardo en comenzar mi transformación, pero una descarga más fuerte y prolongada que las anteriores, lo impide.

-De eso nada, ángel –retumbó la risa del hombre-. Vas a tener que ingeniártelas para salir de aquí –apareció ante mí y, con un susurro dijo- viva, claro.

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