No más besos, no más abrazos, no más sonrisas. Nada más.
Nunca imaginas cuál va a ser la última vez que lo veas, la última vez que podrás escuchar su risa, la última vez que podrás sentir sus cálidas manos aferrando la tuya.
Solo quedan fotos, algún que otro vídeo y tristeza; mucha tristeza.
Siempre esperas a que alguien te diga que es una broma, que él está esperando escondido en el baño para darte un susto cuando los nervios te revuelvan el estómago.
Nunca es tarde, dicen. Mentira. Ahora, es tarde.
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