martes, 4 de enero de 2011

Alguien quien solo tú puedes ver

Piensa. Respira. Calla, no hables. Está ahí. No le mires. Cierra los ojos. ¿Sientes algo? No, eso son imaginaciones tuyas. Abre los ojos, no hay nadie. ¡No hables! Puede oírte. "¿Quién?" Dirás "Si no hay nadie". Calla. Puede oírte. Sí, hay alguien. ¿No le ves? Vuelve a cerrar los ojos. Respira. No pienses. Él puede leer tus pensamientos. Lo haces mal. Así no. Vuelve a intentarlo. Si sigues así, acabarás mal. Muy mal. A ver, de nuevo. Abre los ojos. ¿Le ves? Perfecto. No le mires a los ojos. Intenta leer sus labios. ¿Qué dice? Exacto. Tu nombre. No dejes que invada tu mente. No respires. Calla. No pienses. Fíjate en sus verdes ojos. Piensa cuál puede ser su nombre. Ese no, uno más corto. Otro. Otro. Bien, ese. Díselo, pero no hables. No abras la boca. ¡Te he dicho que no hables! Hazle sentir su nombre. Hazle sentirse vivo. Levanta las comisuras de tu boca y sonríe con ternura. Olvida que no puedes verle. Él puede oírte. Dile algo, lo que sea. Vamos; abre la boca y articula unas palabras. Sin miedo. Adelante. No tardes, o desaparecerá. Calla, no digas nada. Está triste. Dale consuelo con otra sonrisa.
Silencio.
¿Por qué me haces caso?
Ignórame. Solo intenta abrazarle.
Pero te advierto una cosa: él sí es para siempre.

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